domingo, 24 de febrero de 2013

Experiencia.

Dicen que somos libres, que no nos esclaviza nada, podemos llevar la vida que queramos y hacer lo que sea. Se escucha por todos lados: LIBERTAD de expresión, LIBERTAD de opinión, LIBERTAD para todos. Pero hay momentos, pequeños detalles, que muestran lo esclavos que somos, esclavos de nuestra vida, esclavos de otros, pero aún así seguimos diciendo, orgullosos, que somos libres, un país libre y sin esclavos. ¿Pero es eso cierto?

Hoy vengo, después de esta experiencia a contaros, a demostraros, que no somos tan libres como creemos. . . Somos esclavos de cosas que no nos parecen importantes, pero sin embargo son las que más nos esclavizan cada día. Gracias a este experimento al que me he sometido, he aprendido que todos somos esclavos, ESCLAVOS DE LA HORA.

Que un simple reloj nos esclavice demuestra el ingenio de nuestra razón: construir un aparato que nos vaya a esclavizar para el resto de nuestros días. Suena un poco irónico que unas simples manecillas marquen lo que debemos hacer en cada momento, pero sin embargo así lo hacen.
Para llevar a cabo este experimento decidí estar todo un día sin reloj, pero no solo eso sino que no podría saber la hora exacta en cada momento.
Pensé que iba a ser sencillo, que bah! que la hora no era tan importante, pero no pasó ni un minuto desde que me habían entregado mi experiencia (ni siquiera había comenzado a someterme al experimento) miré mi reloj.

Además me acuerdo, ese día llevaba mi reloj rosa, marca Marea, situado en mi muñeca izquierda, perfecto para poder observarlo aunque estuviese escribiendo (soy diestra), se sujetaba perfectamente a mi muñeca, vistiéndola, no se caía si movía el brazo, pero tampoco me apretaba. Perfecto, con sus manecillas que marcaban la hora, el minuto y acompasadamente sonaban los segundo en un tic tac continuo y sin pausa.

A pesar de tener que abandonar y engañar a mi reloj por un día, decidí someterme a la prueba. El martes 19 de febrero de 2013 decidí aguantar una mañana entera (porque el día completo lo lo logré, a parte tenía clases de inglés y para estudiar necesitaba saber la hora), sin saber el momento exacto en el que vivía. Tan solo podía orientarme por los timbres del instituto, cosa que ya me parecía demasiado, pero pronto comprobaría que no eran suficientes.

Ese día me levanté y rompí mi propósito, tuve que mirar el despertador al levantarme, y como mi casa parce una relojería (hay relojes marcando la hora por todos lados) miré la hora tres veces en el transcurso de media hora.. que es lo que tardé desde que me levanté hasta que me marché a clase.

Cuando ya salí de mi casa, con mi muñeca desnuda, sin protección, abandonada de ningún complemento útil de tiempo, ya no sabía que hora era, sabía que debían ser entre las 8:15 y las 8:30 de la mañana pero ese cuarto de hora de diferencia me hacía estar inquieta, no saber si iba a llegar temprano a clase o me iba a encontrar con que allí no había nadie. . . Pero corrí ese riesgo.

Llegué al instituto y efectivamente no llegué a la hora de siempre, bueno, en el momento de siempre, no sé a que hora llegué (ya que en eso consiste la prueba), pero era mucho más temprano de lo habitual. Estuve esperando hasta que empezó a llegar gente y tiempo más tarde sonó el timbre y supe la hora: 8:30
Al ser martes teníamos educación física donde estuvimos dos horas bailando chachachá como unos profesionales (bueno quizás no tan profesionales), y tan solo eché en falta mi maravilloso reloj dos veces cuando ya me encontraba algo cansada. Sonó el timbre anunciando el recreo y volví a saber la hora: 10:30
Cada vez que el maldito timbre sonaba me sentía libre, feliz, pero aún así echaba de menos ver los números y las manecillas colocados en mi muñeca. Pronto llegó la tercera hora, francés, y bueno que contaros, estuvimos dando clase, haciendo ejercicios y mi muñeca me pedía que la observase, pero yo (telepáticamente, no creáis que estoy loca ni mucho menos) le decía que no me servía de nada observarla, que no me iba a dar ninguna información y que no merecía la pena. . .

Bueno, pues así siguió transcurriendo el tiempo, pasó la clase de lengua, el segundo recreo, CMC, y finalmente dibujo técnico. Yo iba apuntando en la mesa, en mi mano, en cualquier lado cada vez que el mono de mirar el reloj me invadía, y así poco a poco, un tras otro, llegué a apuntar 17 veces nada más y nada menos.
Al principio hasta me asusté un poco al comprobar mis resultados, comprobé que estaba muy muy enganchada a la hora, como si fuese una droga. . . totalmente esclava de ella, por lo que dejé de someterme a la prueba, ya que me pareció suficiente lo que había experiementado esa mañana.

Y bueno, que más contaros, la sensación que tienes es de duda continua, no sabes cuanto tiempo queda para lo próximo que tienes que hacer, el tiempo que llevas haciendo algo. . . Cuando no tienes reloj, el transcurso del tiempo es totalmente subjetivo, lo que te gusta pasa rápido, lo que no, es eterno.
Muchos pensarán que soy una exagerada que ellos no miran tanto la hora, yo tampoco lo sabía, pensé que miraba la hora de manera normal no una media de casi cuatro veces por hora. . . Para comprobarlo, solo os propongo que estéis un día entero sin saber nada de la hora, y lo peor: que tengáis planes con una hora marcada pero no sepáis la hora que es. . . Eso es lo que más agobia, porque no es culpa nuestra ser esclavos de ella, es que TODO en este mundo está dictado por ella. . . Y eso nos conlleva a volvernos adictos. Así que ya sabéis, no nos dejan ser libres sin hora, nos lo proponen de forma de vida y lo tenemos que aceptar.

Así que mientras mi muñeca está vestida con su bello reloj perfectamente colocado y ajustado, yo observo la hora 18:14 de un domingo 24 de Febrero de 2013, mientras mis dedos acompasados acaban de escribir esta historia.


3 comentarios:

  1. La verdad que me gusta mucho este artículo porque el hecho de estar sin saber la hora durante un día me parece algo muy difícil y diferente ya que en nuestra vida todas las pautas se realizan con horarios;la hora de despertarte,ir al instituto,dormir.Son cosas esenciales que tienen su horario y que sin el no tendrían sentido ya que sin hora todo sería un poco raro y seguramente nunca habría rutina,además creo que sería imposible vivir sin saber que hora es,viviríamos en un mundo loco.
    Me ha gustado mucho esta experiencia y la manera de escribir de Laura aunque si le tuviera que poner una pega a su artículo no sería sobre su manera de escribir sino sobre el color del texto ya que al terminar el artículo cansa un poco la vista el color,pero por lo demás me parece un artículo GENIAL y lo comparto ya que un reloj es uno de los mejores inventos del mundo y sin ellos no sobreviviríamos.

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    1. Muchas gracias :) Yo, sinceramente no me ha molestado nunca el color de la letra, porque siempre leo mis entradas desde la zona de edición, pero ahora que me fijo, sí que puede cargar bastante la vista.. Me gustan las críticas constructivas y arreglar los problemas que pueda haber, por lo que ahora mismo sin falta me voy a poner a cambiar ese pequeño problema para que todo esté lo mejor posible para mis invitados en el blog :) Muchas gracias y me alegra que te haya gustado.

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  2. Esta experiencia me ha gustado muchísimo, ya que nunca lo había pensado pero sí, estamos esclavizados, esclavizados por la hora, por todos los segundos de la vida.

    Es increíble como la hora te puede cambiar tanto, dependiendo de la hora debes estar haciendo algo diferente, las horas marcan tu vida, sin hora .. esto sería un caos.

    Me considero una persona muy olvidadiza, por lo que casi todos los días se me olvida el reloj en casa, a veces no es un problema porque puedo preguntar la hora, ya que casi todo el mundo tiene un reloj, pero siento una sensación como de inquietud porque no sé en que momento vivo y no me gusta estar preguntando.
    Soy una persona muy nerviosa y tardona, por eso siempre tengo que estar mirando el reloj aunque a veces no sirve de mucho porque me siento más agobiada. Creo que es un defecto mío, no me llevo bien con el reloj.

    La realidad que muestra este artículo esque vivimos en un mundo lleno de horarios que nos marcan el camino en la vida y si no llevas reloj, tienes una sensación de duda continua ya que no sabes cuanto tiempo queda para lo próximo a realizar y no sabes en que momento estás viviendo.

    Buen artículo Laura, me alegro de que escribas así :)

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