domingo, 19 de enero de 2014

Auch!

Duele.
Quizás es de las cosas que más decimos a lo largo de la vida. El dolor no es algo definido, localizado, no es algo que puedes decir que es debido a que una zona de tu cerebro está activada, no. El dolor es una de esas grandes incógnitas que encuentra la ciencia, ya que no todos sentimos el dolor igual, ni sentimos el mismo grado de este aun estando en la misma situación.

El dolor no es algo externo, así como lo es la temperatura, por lo que no se puede mirar de un modo objetivo, no se puede tabular cuánto va a doler cada cosa: que te pinchen con una aguja, que se te rompa algún hueso... Es imposible, ya que es algo que se origina dentro del cuerpo de cada uno. Sin embargo, a pesar de que no se pueda medir, si que se sabe qué es lo que lo produce. El proceso del dolor físico, en el fondo no es muy complicado, tan solo es necesario que un tejido se rompa emitiendo una cantidad de transmisores encargados de informar al cerebro de que algo no va correctamente.
Puesto que es algo totalmente de cada uno, dependiendo de la experiencia anterior se puede sentir más o menos dolor por el mismo estímulo, al igual que se puede reducir el dolor con tan solo concentrarse en él. Lo mismo ocurre con el dolor emocional en el cual no se rompe ningún tejido y por lo tanto resulta el más subjetivo de todos los existentes. Centrándonos tan solo en el dolor físico, y dejando de lado al dolor emocional debido a la imposibilidad de trabajar con el por ser tan diferente entre unos y otros individuos, es habitual hacer técnicas psicológicas a aquellos que sufren dolores crónicos consiguiendo que se disminuya el sufrimiento que padecen.
Sin embargo, aunque parezca que el dolor es igual para todos (se rompe un tejido → se mandan neurotransmisores → duele) la experiencia no es la misma. No duele lo mismo que te den una patada que sentir agujetas.

Si tuviese que tabular los dolores según mi experiencia, creo que sería difícil colocarlos, ya que si es fuerte cualquier molestia es la peor del mundo.
Si afirmase que es el dolor de cabeza es la menor de todas, ya que para mi solo se siente un poco de tensión el la frente muchas veces creado por cansancio, todo aquel que sufra de migrañas, jaqueca o algo por el estilo quizás dejaría de leer en ese mismo instante.
Si dijese que el menor es el de hambre, ya que tan solo suenan las tripas y se siente un poco de molestia, todo aquel que desafortunadamente no tenga para llevarse ni un trozo de pan a la boca cada día, pensará que soy una estúpida diciendo eso y que jamás he vivido lo que es un verdadero dolo de barriga por hambre, y tendría toda la razón.

Por lo tanto, si necesitase realmente ponerlo en una tabla, por lo menor esta claro que por ahí no podría empezar. Pero si probase por lo mayor pasaría un poco lo mismo.
Si afirmase que el dolor de muelas es el peor de todos los dolores, no podría decirlo, ya que nunca lo he sufrido en condiciones y no sé como es exactamente. Esto mismo me pasaría con el dolor de romperse un hueso, de sentir una buena patada donde a los hombres más les duele, el dolor de la apendicitis, dolores de espalda que no te dejan ni levantarte de la cama, y así muchos más.
No sé si es por fortuna o por qué, pero hay muchos dolores que aun no sé cómo son, y por lo tanto no podría añadirlos a mi tabla, pero sin embargo, para mi punto de vista, creo que hay uno que supera los límites.

Como con todo, hay siempre afortunados que no lo sufren, que no saben cual es la experiencia, y eso que se pierden.
Este dolor es un dolor que temes, un dolor cuya gráfica es rectilínea y uniforme, cuando empieza no para, te inmoviliza, te bloquea cual puñetazo dado en la barriga, pero su problema es que es constante, no cesa, aumenta y aumenta. Es un dolor como el de una decepción, como cuando alguien a quien tenías en alta estima te defrauda, se concentra en lo más profundo y explota. Pero sin embargo, la decepción tiene una explicación por la que llorar, por la que no salir de la cama, por la que hacerte una bolita y querer desaparecer del mapa, y es que has perdido a alguien sin esperarlo, y a parte no todos los meses recibes un abandono de alguien querido.
Por el contrario, el dolor menstrual es ese que esperas, sabes con toda certeza que van a inflar tu barriga hasta el punto de que casi explote, y la van a apachurrar cual bayeta para secarla durante: nunca (las que deben comprar la lotería por suertudas), un día, dos, tres o (como las que necesitan más tréboles de una hoja más) todo lo que dure el periodo.

Por lo tanto hacer una tabla de dolor en imposible, ya que cada cual lo pasa de forma diferente.
Aunque desde mi punto de vista hay dolores que sufrimos un poco de manera muy similar. Pertenecen a este tipo, dolores como:
Encontrar un mueble con el dedo meñique del pie.
Girarte y darte con algo en el codo, justo en ese lugar donde se te duerme la mano.
Despertar a tu pie que, cual saco de arena, no sientes.
Caerte de culo y darte justo en el huesecito que hay.
Una buena patada en la espinilla....

Creo que con tan solo mencionarlos, se puede reproducir sutilmente en nuestro cerebro exactamente esos dolores, ya que son bastante comunes y característicos. Por supuesto cada cual tendrá su visión de ellos, pero al ser dolores del día a día y no muy agresivos pienso que la similitud entre la experiencia de unos y otros es bastante. No obstante cada cual sufre a su manera y el que no se haya fijado, que pruebe a intentar localizar y sentir el dolor. Observará cómo se escapa cual pez en un estanque que no quiere ser acariciado, sigue presente pero cuando te acercas a observarlo, en ese lugar ya no está.





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